miércoles, 9 de junio de 2010

Humo


¡Espérate! Aguanta todo lo que puedas el humo... no lo dejes escapar aún... jajaja, te salió mucho amor... Te amo, te amo mucho. Amo tu ser, amo la esencia que me dejas cuando no estás, amo tus redondos y musculosos muslos, amo tus firmes pechos, amo tus pezones de botón, pero lo que más amo de ti es tu dulce y generosa entrepierna, huy sí, aún recuerdo cuando la pude observar por primera vez, ¿tú te acuerdas? Fue aquella vez que no te pusiste bragas y llevabas tu faldita de la secundaria demasiado arriba y tus piernas demasiado abiertas... ¡no pongas esa cara! Claro que sabías que alguien podía verte, incluso sé que coqueteas con la idea de exhibirte, pero a mi no me molesta en lo absoluto, al contrario, eso me prende bien cabrón preciosa. Al pensar en que tu rinconcito siempre tan húmedo puede ser visto por otros pendejos me dan ganas de ir tras de ti y tomarte firmemente para que no huyas, o mas bien para que nunca huyas de mi... ¿Por qué eres así? ¿lo has pensado alguna vez? Tu vagina tan adolescente no le envidia nada a una vieja vagina de 40 años con pocos orgasmos encima, tu cargas con más historial que las putas de Tijuana de esas que hasta te venden mota con todo y el palo, jajaja. Pero que hayas estado con tanto pito dentro de ti me da orgullo, no todas son capaces de soportarlo y además disfrutarlo, pero definitivamente lo mejor de todo esto es que en estos justos y exactos momentos de esta vida tan cabrona el que te mete el pito aquí en la cama de tu padre soy yo, no Juan de la Chingada, no el padre Maciel, no la morra esa con la que andabas que esta re sabrosa. ¡No!, soy yo el que te tiene en estos momentos únicamente para mí, eso me pone a mil y me pone feliz. Tal vez mañana me mandes a la verga y te busques a otro güey para coger... ¡o tal vez a una vieja! No te hagas mi amor, has pensado mucho en hacerle el amor de nuevo a una mujer, y te lo juro por mi abuela Leonor que no hay mejor cosa que hacerlo con una mujer, por eso te conmino que saques tu lado más lesbiánico y le des vuelo a la hilacha... nomás hazlo después de que me mates por supuesto o más bien hazlo cuando esté yo presente, te prometo que nos la pasaremos rete bien acá en un trío bien cachondo... podríamos ir a un hotel chingón, con alberquita privada, un jacuzzi acá bien choncho y coger toooda la noche, ¿te late? Jeje, por tu cara se ve que sí te agradó mi idea. Oye, cosa hermosa, hablando de pasarla bien y ya que andamos medio pedos y medio calientes, en estos momentos me latería que... ¡ohhh! ¡Siií, a huevo, de eso hablaba! ¡Síguele así!... ¡ahh! Me impresionas bie-en cañón, me conoces re bien pinche Mariel... noo, no te detengas, tu síguele, así está chido... mmhhh... ¡¡AAHHH!! ¡PUTA! ¡TE DIJE QUE SIN DIENTES! ¡Eres una pendeja! ¡Te dije que me gustan las mamadas sin dientes! ¡Abre bien esa bo-co-ta!... puta madre, ¡me dolió...! ¡Y trae para acá ese gallo! ¡Ni le fumas y nomás te haces güey!

jueves, 22 de abril de 2010

Mi tropiezo


De repente me caí, en seco, directo sobre las rodillas y las palmas de mis manos, fue como cuando el agua golpea la tierra seca, y a partir de ese momento me quedé hincado e inmóvil como si aún temiera seguir cayendo, viendo el pedazo de piso de concreto que quedaba entre mis manos. No sé por qué no me pude levantar, quedé como petrificado, como inerte durante algunos segundos... así que empecé a contar... lento, despacio y sin prisas... 1... 2... 3..., más o menos por el 25 noté que mis ojos estaban extrañamente abiertos, más que nunca, con los párpados a su máxima compresión, lo pude constatar porque la cuenca interna de mis glóbulos oculares me empezaba a doler, y ese dolor fue lo que hizo que empezara a salir de mi letargo porque de ahí mis rodillas empezaron a gritar, me imploraban no moverme, que no hiciera el menor movimiento o sino lo iba a pagar, a pagar muy caro. Está bien “par de articulaciones inferiores”, no me moveré por el momento, les dije pero aún así seguían gritando, gritándome y amenazándome que no me moviera, que no me atreviera siquiera a respirar, me gritaban improperios más amenazantes que las órdenes del obeso Juan a su frágil mujer. ¡Cállense!, les decía yo mediante puros pensamiento, pues no deseaba ni mover mis labios, ¡cállense malditas!, pero ellas no obedecían, no se callaban, así que mejor intenté ignorarlas, o mas bien eso traté o eso imaginé porque regresé mi atención a mis ojos: me seguían doliendo, pero descubrí que no era porque tuviera muy abiertos mis párpados, no, para nada, era por algo peor que me dolían: caí en la cuenta de que no había parpadeado en absoluto desde mi caída... ¿cuánto tiempo llevo sin parpadear? Si hubiera seguido contando tal vez ya andaría sobre el 46 ó 52 o algún número grande. Malditos ojos, le tienen miedo a mis rodillas y les están obedeciendo al no moverse, ni para parpadear, ojalá pudiera prescindir de ellos... Seguí contando en mi mente. 63, 64, 65... Decidí también tratar de ignorar el dolor de la cuenca de mis ojos y me atreví a moverlos por primera vez en mucho tiempo en dirección a mi mano izquierda para revisarla después de mi caída, y pues ahí estaba, mi mano izquierda completamente apoyada con la palma en el piso, completamente inmóvil, muy bien mano izquierda, no te muevas, le ordené. Giré entonces la órbita de mis ojos para poder ver ahora mi mano derecha y fue entonces que empezaron los problemas: Los gritos de mis rodillas ahora parecían de mujer, ya no eran con mi propia voz, ahora se expresaban con un timbre similar a un bebé que no ha comido y reclama su alimento pero como proveniente de la voz de una mujer adulta a punto de ser violada. Nuevamente me suplicaban que no me moviera o que si no lo iba a pagar muy caro. Tengo dinero de sobra, pensé vagamente para darme valor y mis secos ojos prosiguieron su camino hasta que llegué a ver mi mano derecha, pero lo que vi no era mi mano, era una hamburguesa de carne cruda aplastada contra el piso como si la hubiera tirado un niño al ir corriendo. ¡Hey, mano derecha!, ¿sigues ahí?, le pregunté... pero no recibí ninguna respuesta. ¿Manita?, le supliqué pero no recibí respuesta de ella y en ese momento empecé a desear que me gritara de la misma manera en que mis rodillas lo hacían pero no lo hizo, nunca más lo hizo. Está bien, te he perdido, mano derecha, mi mano onanista por excelencia, adiós pues, le dije con mi mente, ya que mi boca no me atrevía a moverla... 100, 101, 102, 104, 106... Sin poder quitar la mirada de lo que quedaba de mi mano derecha empecé a escuchar risas y maldije a quien se estuviera riendo de mi ridícula situación, ¿es que nadie nunca había tropezado en plena autopista?, quise decir, pero no pude decir nada porque noté que esas risas provenían directamente de mi boca, eran carcajadas tan grandes como diabólicas las que salían de mi garganta empujadas por muchos músculos torácicos y mi diafragma además de mis pulmones. Sin embargo mi mente proseguía con su contador, creo que ya iba por el número 130 cuando noté que ya no contaba hacia adelante, sino hacia atrás y muy rápidamente, lo mejor es que ¿yo? seguía riéndome a carcajada abierta sin poder quitar la mirada de mi mano-hamburguesa, ...30, 29, 28, 27... definitivamente ya no estaba yo contando, ¿quién lo hacía por mi entonces? ...17, 16, 15... ¿Qué pasará cuando llegue esta cuenta regresiva al cero?, me pregunté y para mi sorpresa fueron mis gritonas rodillas quienes contestaron con una voz increíblemente clara pero denotante en angustia: Ya lo sabrás, dijeron, pero de verdad ya no les presté atención porque mi mente se concentró ahora sí en serio en analizar lo que quedaba de mi mano derecha, ...10, 9, 8... esos son mis huesos creo, eso al parecer es una uña, la uña de mi dedo ¿índice? ...7, 6, 5... lo bueno es que al parecer mi muñeca está intacta y mi reloj sobrevivió a mi estúpido tropiezo. ...4, 3, 2... Te dijimos que no te movieras, me susurró llorando una de mis rodillas. Antes de escuchar el número uno pude cerrar mi pesados párpados y sentí un gran alivio al interior de mis ojos y justo antes de escuchar el número cero las carcajadas que salían de mi boca cesaron. ¡CERO! Gritaron a coro mis grandes rótulas y demás partes de esas articulaciones y caí en cuenta de que tenían razón, ya que a partir de ese momento lo empecé a pagar muy caro.

jueves, 2 de julio de 2009

La sandía meada


Cómetela. No. ¿Por qué no?, es tuya esa sandía. Ya te dije que no… además ni es mía y está meada por dentro. ¿Neta?, porque yo la veo cerrada. No mames, revísala bien, tiene un hoyito chiquito, en la parte de abajo. ¿Abajo o arriba?, porque como la vi rodando ya no supe cuál es abajo y cuál es arriba. Chale, me voy a parar, y te lo voy a enseñar, pero definitivamente no me la voy a comer, guácala. Já, o sea que de plano te estás echando para atrás, no pensé que fueras tan puto me cae. Chingada madre… toma, agárrala… agárrala bien, no te va a pasar nada, ahora dale la vuel… noo, para el otro lado animal, ándale, ahí, ¿ya viste el hoyito? Ahh, sí, neto, tienes razón, ja, ¿quién lo hubiera pensado?, ¿y cómo hiciste el hoyo eh güey? ¿Cómo que cómo?, pues con el pito, ¡jajajá!, deberías de ver tu cara de idiota, no seas pendejo, lo hice con el desarmador blanco… ya quita tu cara de pendejo, ya me hiciste parar y ahora vamos a tener que proceder a abrir esa puta sandía antes de que se eche a perder, que todavía tengo planes para ella. No, pues, la verdad me dejaste de a seis mijo… ¿y dónde dejaste el desarmador? Ahí en la cocina, junto a los huevos… pero eso viene valiendo madres, el chiste es que si no le hago lo que tengo planeado va a valer madres. Pues por eso yo te decía que te la comieras, al fin y al cabo fue tu idea hacer el experimento de la sandía meada. Mira chavo, para empezar, no era experimento, era parte de un “performans”… pero tu cerebro es tan simple que no lo alcanza a comprender. Mmhh, pues si tú lo dices, pero la neta la Joana se va a encabronar contigo por mearle su única sandía que se compró con el baro que sacó por andar de diler. Nel, ya medio le platiqué, y me dijo que era lo más chido que se me pudo ocurrir, además ella fue la que me dijo cómo meterle “el contenido especial”… el chiste de todo era que no se fuera a perder el “buqué” del asunto. Já, ¿o sea que Joana te dijo: “va, méame la sandía, es lo más cabrón que tu cerebro ha producido en lo que va del año”? Pus… algo así, el chiste es que estuvo de acuerdo… ¡nooo, no le metas el dedo cabrón, la vas a contaminar! ¡Jajajajajá!, pinche Tachas, ahora sí me hiciste reír, jaja, hasta se me salió un pedo… ¿De qué te ríes mamón?, neto que la puedes contaminar y ya no va a servir. ¿Servir para qué?, si de todas maneras ni te invitaron a presentar tu “performanzz”. Se dice “performans”, sin tanto énfasis al final, pinche incultín. Bueno, como sea, pero, ¿ahora como para qué la vas a usar? ¿le vas a meter caca o qué?... ¡no-ma-mes!, ¿le vas a meter mierda?, guácala, ni quiero pensar en cómo te verías llenando de shet esa sandía. Pues, estuve pensando mi chavo que… haber, yo cargo la sandía, trae pacá… te decía, los cuates de la Joana, los putitos esos, nomas andan buscando cosas cada vez más… mmhh, ¿cómo se dice?, ah sí, cosas más “artesanales”, entonces es lógico que algo fabricado por uno mismo que conjugue el principio de la vida de la tierra con el final del fruto de la misma tierra sea considerado como una fusión interesante de conceptos… o eso más o menos me dijo Joana. Me cae de madre que ahora si no sé qué decirte, neto, tienes una manera de pensar, tan, pero taan superior que hasta luego pienso que deberías cagar para arriba en vez de hacia abajo… y si además a eso le sumamos que desde que comes puro garbanzo te pedorreas más seguido, pues concluiría que pronto estás por despegar hacia el cielo, si vas para allá salúdame a Lennon o a Marx o a… ¡Chinga tu madreee!, yo ya pensaba que por fin tu cerebro estaba entendiendo esto del arte, pero veo que no. Jajajá, oh mijo, no te enojes, es que luego dices tanta mamada incluso en tus cinco sentidos que me cae que sí tienes un don especial para esto del arte, oye, y ya ni me dijiste cómo te fue con la morra esa, la de las chichis gran… ¡Tú chitón mano!, de esa morra no te voy a decir nada, además ella contribuyó a poder crear esto que traigo aquí en las manos… a huevo que sí, ¿no me crees? No pues sí te creo, pero eres bien cabrón neta… no me imagino diciéndole a la morrilla esa: “oye, méale en este hoyito, ¿no?, es para una buena causa”, jaja. ¡Aahh!, me sacas de quicio cabrón… mira, obvio que no le dije así, pero pues el chiste es que aceptó donar algo de sus contenidos vejigales con tal de que la mencionara en el micrófono del evento de hoy. Huy, pobre vieja, se va a quedar con las ganas de su minuto de fama, porque por más que te busque ni te va a ver por ahí. ¿Tú qué sabes?, al rato de todas maneras me voy a presentar en la facultad para mostrar mi concepto creativo, [toc, toc], ¿escuchas?, ese sonido como hueco significa que adentro la orina se está mezclando con la pulpa de la naturaleza… quien quita y hasta me vuelven a aceptar en el grupo de “Los Olfateadores”, porque ahí es donde corre todo el buen café que se necesita para la vida diaria. Ahh, neto, que te habían corrido, ya me acordé, y todo por la pendejada de no querer firmar la carta esa que redactó la Joana, no mames. Pus sí mijo, la neta sí la cagé, pero a partir de hoy todo va a ser distin… ¿a dónde vas cabrón?, el baño es por acá. Es que creo que tu sandía empieza a apestar, y no quiero ni imaginarme en cómo le vas a meter mierda humana adentro… ¿qué vas a usar ahora para hacerle un hoyo nuevo a la sandía? ¿tu cabeza?, jajaja. Naaa, si quieres vete, al rato de todas maneras vas a ver cómo llega la Joana diciendo que soy el nuevo máster del “performansss”. Jaja, ¿no que no lleva tantas eses al final?, bueno, cámara, voy a ver la tele un ratón vaquero, suerte con tu sandía, ahí te lo lavas mijo, y si me hablan por teléfono no me interrumpas porque me quiero hacer una chaquet… ¡PUTA MADRE, PU-TA MA-DRE! ¡Ay cabrón!, ¿qué pasó?, hasta hiciste que se me saliera otro ped… ¡SE ME CAYÓ LA PUTA SANDÍA! ¡vale verga…!

lunes, 25 de mayo de 2009

La reunión

Cuando llegué a la reunión me di cuenta de que olvidé por completo hacer el encargo... todos voltearon a verme expectantes de mi aviso, sin embargo al percibir en mi primer inspiración aquel hedor del ambiente, que era una especie de mezcla a bebida, sexo, cigarro y marihuana, se me revolvió el estómago. Casi siempre que uno llegaba a ese lugar se respiraba un ambiente relajado y completamente embriagador que a muchos de nosotros nos había impulsado a cometer nuestras primeras locuras. Pero esa mañana era la excepción. Había algo que me impedía empezar a mover mi boca para relatar lo que todos estaban esperando.
"Hey, tú, ¿por qué no empiezas a hablar?" Dijo un tipo que yo no conocía que estaba sentado justo en un rincón de esa maldita sala, parecía que estaba casi tan nervioso como yo, sin embargo yo no creía que a él también se le hubiera olvidado su deber. Como respuesta lo único que pude atinar a hacer fue a abrir una cerveza que estaba en la barra... ¡qué digo atinar! Cuando intenté abrirla con el oxidado destapador que estaba empotrado en la puerta lo único que logré fue que la espuma se desparramara y cayera directamente sobre la revista pornográfica que yacía en el piso. Risas. Pero no todos rieron, se que uno de ellos, por lo menos uno, no río, más bien creo que se encontraba expectante de mis movimientos. Con una mano que quería disfrazar nerviosismo intenté fingir indiferencia y sacudí la espuma que aún escurría de la botella de mi cerveza mientras que con mi otra extremidad levanté la revista a la altura de mis ojos sólo para darme cuenta de que por la poca cantidad de luz que imperaba no podía ver ni madres. "¡Ya, cabrón, deja de hacerte el pendejo y dinos cómo te fue!” Dijo otro de los muchos personajes que no me quitaban ojo de encima desde que entré a ese departamento. Reí, me sentí como más dueño de la situación, de haber sabido que mi llegada iba a provocar un interés poco común no me hubiera dilatado tanto en llegar hasta ahí. Suspiré, alcancé uno de los bancos altos que hay siempre junto a la puerta, de esos bancos que dan la impresión de ya querer romperse para renunciar a su cargo de tantos años pero que sin embargo continúan sirviendo. Me senté sobre él, levante la mirada, suspiré nuevamente, y justo cuando iba a empezar a relatar lo sucedido con aquello que me llevó hasta ahí, empezó Fernanda a llorar de manera silenciosa, sólo recuerdo que se llevó las manos a la cara mientras todos sin saber qué pasaba la volteaban a ver, ella se situaba casi al centro del sillón grande, estaba entre Victoria y Marisol. No sé qué cosa rara provocó con sus lágrimas, pero todos en aquel momento se sintieron enrarecidos y desconcertados, o por lo menos eso quiero imaginarme, a veces uno desea que los demás sientan las mismas cosas que uno. Yo por mi parte hubiera querido abrazar a Fer pero sé que su hermana ahí presente me lo hubiera impedido. Aquel tipo que me había interrogado al principio se levantó de su asiento, tomó su vaso medio vacío de alcohol y medio lleno de colillas de cigarro y sin avisar lo lanzó fuertemente a la pared opuesta de la entrada principal, salpicando una mezcla de vidrio, alcohol y colillas a todos los que estaban en esa dirección. Daños totales: un vaso jaibolero menos y un poster más de El Grito de Munch arruinado. En la cabeza del Gordo Juan cayeron la mayoría de las colillas, él sólo se levantó, se sacudió el cabello y salió de la sala rumbo a la cocina. “¡Bueno carajo, ya empieza a hablar hijo de la chingada!”, dijo Arturo, que no dejaba de tocarse sus codos, así como si se autoabrazara. De pronto había olvidado que era yo el causante de esa mutis pocas veces aparecida ahí, normalmente el lugar estaba invadido de risas, abrazos, humo y amor. Me sentí mierda en ese momento, pero ya mucho tiempo después me di cuenta de que fue lo mejor, por lo menos para mí. Tomé la pistola que se encontraba en la mesa central y la descargué en el estómago de Fernanda, creo que le dolió un poco, pero fue lo mejor que pude hacer en ese momento, y viéndolo a la distancia creo que ha sido la mejor decisión que he tomado en mi divertida vida. A partir de ese día las cosas cambiaron mucho con los muchachos, pero cambiaron para bien. Por lo menos no tuve que decirles nada de lo que pasó la noche anterior a mi llegada al departamento y a partir de ahí me di cuenta de que yo, después de muchos años, por fin ya tenía el poder.